Ahí estoy, al igual que aquella noche, en medio de la nada. Agarrando con fuerza la puerta de mi bloque como si ella también se fuese a evaporar. Y no consigo recordar cuánto tiempo llevo aquí, pues tal vez nunca llegué a irme.
Saber de nuevo que, nada más cruzar esa puerta, se habrá acabado. Y parece todo tan oscuro, tan poco acogedor... Y eso te desespera y te paraliza. Y ahí sigues, cual estatua: inmóvil e inútil. Fuera de la, aunque suene extraño, dulce rutina. Entre dos mundos. Entre el pasado y el futuro en ese incómodo momento que llamamos presente, pero que a veces, como ahora, ni siquiera está ahí.
Sin embargo he descubierto un gran truco: los dos mundos no son irreconciliables, es más, ni siquiera son dos.
Así que ya está: paso al frente, sueños en la mirada y recuerdos en el corazón. Todo conmigo, todo yo.