martes, 3 de abril de 2012
pesadilla
No sé cómo he llegado hasta aquí. El trayecto en taxi aparece como un conjunto de fotogramas en la bruma. Sólo sé que me han dicho que tengo que esperar. Y eso hago.
Miro a mi alrededor y sólo veo rostros serios, tristes, perdidos, como yo, en medio de la niebla. Decenas de dramas encerrados entre cuatro paredes.
No lo soporto más. El aire está enrarecido, teñido de dolor y de espera. Por eso salgo de esa sala con paso decidido, como si alejándome de allí pudiera dejarlo todo atrás.
Situada cerca de la puerta, donde por fin se puede hasta respirar, miro a mi alrededor pero veo tan sólo pequeños detalles.
Puedo sentirlos pasar, ajetreados, vestidos con esa aparente indiferencia que logra aislarlos (o al menos eso intentan) de todo el sufrimiento que ven a diario. Batas blancas y verdes. Una chica de recepción lleva un pin con una muñequita de colores que me sonríe. Supongo que es un intento de dar color a un sitio tan deprimente.
Por una puerta sale una señora algo mayor, temblorosa, fantasmal, que aferra contra su pecho una bolsa de plástico amarilla. Por lo visto eso es lo que queda de lo que, hasta hace unos instantes, fue una vida.
Tras esa revelación demoledora, respiro. Breath in, breath out. Abro los ojos y me digo a mi misma que tan sólo ha sido una pesadilla, un mal sueño, o tal vez un recuerdo.
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Las pesadillas pueblan nuestra vida, incluso los recuerdos se convierten en pesadillas...
ResponderEliminarQuizás, lo único que puede hacerse es aferrarse fuertemente a esas pequeñas cosas que irradian tanta luz y respirando, esperar que pase la demoledora oscuridad... Ofrecer una sonrisa, como la chica de la recepción no intentando dar color a un sitio deprimiente sino realmente regalando el recuerdo de una sonrisa. Quizás, por haberse producido donde lo hizo, la recuerdas.